Juntos haciendo el camino

Tres trasplantados de corazón comparten sus historias: «Todos los 6 de abril doy gracias a la familia que decidió el trasplante y por la que sigo respirando».

El tafallés Roberto Aceituno (36 años), la vecina de Pamplona Regina Blanco (46) (miembro de nuestra asociación) y el vitoriano Víctor Santiago (53) volvieron a la vida tras pasar por un quirófano y salir con un nuevo corazón

https://www.infosalus.com/asistencia/noticia-pacientes-colangitis-biliar-primaria-especialistas-reclaman-nuevo-tratamiento-retirada-farmaco-20250204150508.html


Regina, Víctor y Roberto celebran sus cumpleaños en dos ocasiones. Conmemoran el día en el que nacieron biológicamente y en el que volvieron a la vida tras pasar por un quirófano y salir con un nuevo corazón. Regina Blanco Alonso, (Roquetas de Mar, Almería, 46 años), Víctor Santiago Lobato (Nanclares de Oca, Álava, 53) y Roberto Aceituno Villaplana (Tafalla, 36) bombean su vida con un corazón de otras personas fallecidas cuyas familias quisieron donárselo y ahora marca el ritmo en su pecho. Estos tres trasplantados compartieron su testimonio el pasado viernes durante la III Jornada de la Asociación Pequeña Guerrera de cardiopatías, organizada en Pamplona con motivo del día internacional de las cardiopatías congénitas. La iniciativa, en la que intervinieron sanitarios y pacientes, ha sido cofinanciada por la Caixa. Antes de la mesa redonda de testimonios, intervinieron la cirujana cardiaca Rebeca Manrique y la enfermera Leticia Gimeno, de la unidad de trasplantes de la Clínica Universidad de Navarra.

Víctor Santiago Lobato, casado y con una hija de 16 años, trabaja como conserje en una residencia psicogeriátrica de la Diputación foral de Álava. Nació con una transposición de los grandes vasos, con ventrículo único y estenosis pulmonar severa. Operado tres veces del corazón (a los 5 y 12 años en la Clínica Universidad de Navarra y a los 32, en el Hospital La Paz de Madrid), finalmente fue propuesto como “candidato a trasplante” en pleno confinamiento de la covid hace cinco años. “El hígado ya estaba funcionando mal y aquella situación fue la que apremió a los cardiólogos para adelantar el trasplante de corazón”. Tras cinco meses en lista de espera, recuerda, el 18 de junio de 2020 pasó por el quirófano de la unidad de trasplantes del Hospital La Paz de Madrid. “Como paciente fue mucho mejor. Porque yo venía del confinamiento, no había ido a trabajar… Y llegué a la operación mucho más fuerte”.

La intervención, cuenta, no revistió ningún problema y las medicaciones y revisiones se fueron ajustando bien. “Ahora llevo una vida totalmente normal. Monto en bicicleta, voy a monte y, sobre todo, veo crecer a mi hija. En definitiva, he vuelto a una vida que no se me permitió tener cuando nací”. “Antes no podía llevar dos bolsas del supermercado y ahora monto en bici y apenas uso el coche”.

TAQUICARDIA Y ARRITMIA

Una historia algo similar fue la que protagonizó Regina Blanco Alonso desde su adolescencia. “De niña, me decían que tenía un soplo pero no le daban mucha importancia porque era algo muy común. Aunque estaba más protegida que las otras niñas”. Sin embargo, ya de joven, le diagnosticaron un lipoma, un bulto de grasa en la pared de corazón. “Mi fuerza física íba a menos. Me costaba muchísimo hacer cualquier cosa y algunas personas se pensaban que era una vaga”. Finalmente y tras muchas visitas a urgencias por distintos males, entre otros taquicardias y arritmias,  en 2014 sufrió un infarto. “Ahí bajó muchísimo mi calidad de vida y me quedé con una insuficiencia cardiaca avanzada”. Después de tres meses en la lista de espera, le trasplantaron el corazón en abril de 2015 en la Clínica Universidad de Navarra. “Todo fue genial. No tuve ningún rechazo, me recuperé muy bien, retomé mi vida…”, cuenta esta mujer, casada y que trabaja ahora como auxiliar administrativa del Servicio Navarro de Salud. Sin embargo, hace un año, una nueva piedra se cruzó en el camino de su salud con el nombre de cáncer de mama. “Fue un duro revés pero ya estoy recuperada y disfrutando de nuevo de la vida con salud”. “Por todo lo que me ha pasado, soy muy optimista”.

Así también se autodefine Víctor Santiago. “Hay que quedarse con lo bueno y soltar lo malo. Yo, de niño sufrí mucho en el colegio. Me sentí rechazado. No podía ni ir de excursión”, recuerda.

Una situación similar recuerda el tafallés Roberto Aceituno Villaplana, de 36 años, trasplantado del corazón a los 25 y que ahora lleva una vida “perfectamente normal”: trabaja en la Cooperativa navarra de hostelería y camina hasta veinte kilómetros diarios. “Toda la medicación que tomaba para el corazón me estaba estropeando el hígado y riñón. Así que, antes de que se produjera un fallo multiorgánico, me propusieron como candidato al trasplante”. Había nacido con una cardiopatía univentricular derecha y en 2014, su situación ya se complicó. Como el trasplante se iba a hacer en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, tuvo que quedarse a vivir en la capital con su madre, en casa de unos familiares en Ciudad Lineal. “A los nueves meses me avisaron. Llamamos a mi padre y a mi hermano. Cogimos una mochila que teníamos siempre preparada con la ropa de aseo y nos fuimos al hospital”. La operación resultó según lo esperado pero Roberto tuvo que permanecer en coma inducido dos semanas para que la sangre fuera pasando poco a poco a su cuerpo. “El corazón, decían, era un ‘Fórmula 1’. Entró bien pero no latía con fuerza, por lo que cada día me metían medio litro de sangre”.

Después de un mes ingresado, recibió el lata y desde entonces no ha tenido ningún problema. “Antes corría y ahora todos los días camino mucho. Es una sensación extraña porque tengo mucha energía pero es como si las piernas no me siguieran. Es increíble que no me canse cuando antes no podía dar ni dos pasos seguidos sin sofocarme”.

Todos los años, el 6 de abril, comparte en sus redes sociales un texto de agradecimiento a la familia que le regaló la oportunidad de seguir viviendo. “En aquellos momento tan duros, en los que tuvieron que despedir a su hijo, su hermano… fueron tan generosos para donar sus órganos y darnos a mí y a otras personas el mayor de los regalos: la vida”. La misma idea que también comparten Regina y Víctor. “El agradecimiento es algo que todos compartimos. Yo, todos los días, al despertarme, doy gracias por seguir vivo, por continuar respirando… Gracias a la generosidad de los donantes”. La misma gratitud que, emocionada, repite Regina una y otra vez. “Llevamos la vida que no pudimos”. 

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